Lo mío no es jugar con fuego y los dos sentidos de la frase son aplicables. No estoy hecho para jugar con fuego, por una parte y, por la otra, no es exactamente lo que estoy haciendo. Se acercaría más algo del estilo de que estoy acercándome demasiado a algo que siento que me calienta demasiado.
Todo es genial. No puedo pedir más. Pero un puto detalle me estropea todo. Un detalle tan pequeño como grande su repercusión que tuvo en mí. Un detalle que seguramente me ha llegado de forma artificialmente minimizada, en forma de pseudo mentira blanca. Pensaba que eso no ayudaba, pero ahora lo dudo. No sé si podría afrontar toda la realidad. Tal vez enfrentarme a ella por la tangente, oliéndomela simplemente, ayude más. Y no queme tanto.
No tengo argumentos. No puedo decir nada en absoluto. De hecho, si soy sincero, en esa batalla probablemente perdería. Estoy totalmente desarmado y aún así hay algo en mí que se empeña en hacerme recordar que ganaré la contienda. Me gustaría saber el nombre de ese algo, pero viendo lo que he tardado en ponerle nombre concreto al eufemismo de «sensación de posesión», y pese a que sea evidente, tardaré lo suyo en saber qué es eso. Tal vez sea una parte de la vasta red de celos. Más de lo mismo.
Tengo que encontrar la forma de apuntalar mi seguridad. Como ya dije, empezar de nuevo me supondría un enorme esfuerzo.
Huelo a carne quemada y me duelen las yemas de los dedos.