¿Lejos?
¿Extraño?
Si nada más acercarme a la puerta noto el hedor y los chillidos de los pequeños lechones que pueblan este lugar.
Que me quiero ir demasiado lejos, dices.
Que ese sitio es muy extraño, dices.
Si nada más entreabrir la puerta, mis sentidos se sobrecargan de una sensación de asco, repugna porque ese olor fétido, ese tacto oleoso, ese paisaje mugriento, esos chillidos y pitidos y, sobre todo, ese sabor mugriento que entra por la nariz y se deposita en las papilas gustativas, que hace que mi estómago se de la vuelta en una arcada pidiendo por favor que le liberen de tales insufribles percepciones sensoriales.
Esta madriguera de basura tiene nombre. Uno que se me vendrá siempre a la cabeza cuando oiga la palabra «hogar», porque es todo lo contrario, no sólo al concepto «hogar», sino a simplemente «habitable».
Entiendo, con este entorno, a toda la fauna de este lugar. Y es que no pueden ser de otra forma: ratas de vertedero.